28/11/2025
Mujeres, memoria y modernidad: del realismo de Márta Mészáros a la poesía de Ildikó Enyedi en el cine húngaro
Márta Mészáros es la primera directora reconocida por el cine húngaro de posguerra. Desde los años 60, abre un camino profundamente autobiográfico y feminista, produciendo obras de gran transcendencia en una sociedad marcada por el socialismo y el patriarcado. Con su película La muchacha (Eltávozott nap), Márta Mészáros continúa en esta dirección contando la vida de una mujer enfrentada a la soledad, a la maternidad y a la reconstrucción personal.
Puedes ver La muchacha aquí.

Veinte años después, la directora Ildikó Enyedi, perteneciente a una generación postideológica, revisita la cuestión de la identidad femenina adoptando un enfoque poético y simbólico. En Mi siglo XX (1989), dos gemelas separadas al nacer encarnan dos polos muy distintos del femenino moderno: la sensualidad y la rebeldía intelectual.
Puedes ver Mi siglo XX aquí.

Así, Mészáros graba a la mujer en las escenas de su vida cotidiana, mientras que Enyedi la proyecta en un espacio mítico e histórico, entre la ciencia y la magia. Sin embargo, ambas cineastas comparten la misma ambición: dar voz e imagen a las mujeres, en un mundo dominado por relatos masculinos.
De lo íntimo a lo político: lo femenino como espejo de la sociedad
Para Mészáros, lo personal siempre es político. La muchacha explora la condición de una joven soltera en la Hungría socialista, y subraya la tensión existente entre independencia y conformismo. En la película, la protagonista lucha por existir fuera de las estructuras familiares y patriarcales, y su resistencia se convierte rápidamente en el símbolo de una búsqueda de autonomía con la que toda una generación de mujeres puede identificarse.
Enyedi, por su parte, transforma esta reflexión en una fábula histórica. Las gemelas de Mi siglo XX nacen con la modernidad, representada sucesivamente a través del interés por la ciencia, la revolución eléctrica y el auge del anarquismo, y atraviesan el siglo como dos facetas del mismo espíritu femenino. Donde Mészáros filma las heridas de la vida real, Enyedi las sublima en metáfora: la mujer se vuelve doble, fragmentada, eléctrica.
La estética de la mirada femenina húngara
Las dos directoras representan lo que podríamos llamar una escritura cinematográfica de lo femenino. Mészáros adopta una puesta en escena sobria, casi documental, marcada por el realismo social. Su estilo privilegia los rostros, los silencios y la lentitud de la vida cotidiana. Enyedi, por el contrario, opta por una estilización onírica: el blanco y negro brillante, las referencias surrealistas y la narrativa fragmentada, que recuerdan al cine de vanguardia. A pesar de estas diferencias de estilo y enfoque, su cámara siempre se coloca del lado de las mujeres; no como objetos de la mirada, sino como sujetos de su propia historia.
El legado femenino del cine húngaro
Desde La muchacha a Mi siglo XX, el cine húngaro femenino atraviesa dos épocas y ofrece dos lenguajes diferentes para contar las dos caras de una misma historia: la de la libertad. Mientras que Mészáros ancla a su protagonista en la realidad social del comunismo, Enyedi libera a sus personajes en el imaginario del nuevo siglo. Juntas redefinen la historia del cine húngaro, no como una sucesión de hombres e ideologías, sino como una constelación de miradas femeninas poderosas, sensibles y visionarias.
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